EL INDIO RAYA ROTA
En los inicios del mundo, cuando aún no habitaban muchos hombres, el Gran Espíritu podía acercarse a cada indio para darle aquello que necesitase. Pero cuando sobre la tierra empezó a haber millones de personas, le era imposible atenderlos a todos, así que colocó en la tierra de los indios Oglares una roca en forma de hombre y les dijo:
- Hay mucha gente en el mundo, así que yo me veo obligado a viajar y ausentarme y no puedo cuidaros y abasteceros como antes. Pero sabéis cazar y pescar y no os faltará nada. Si a pesar de todo, alguien precisa mi ayuda, que venga aquí y se lo pida a la roca, que tiene el poder de comunicarse conmigo.
Los Oglares se acostumbraron a hablar con la roca y cuando los bisontes escaseaban o había mucha sequía, le pedían ayuda. La roca solía resolver sus problemas.
En aquel tiempo, vivía un indio llamado Raya Rota que no le gustaba ir a cazar y vivía muy pobremente, de la caridad de los demás. Un día que no tenía nada para comer, se acercó a la roca y le pidió ayuda:
- Sé que eres tan poderosa como el Gran Manitú: ya ves que soy pobre y desgraciado. Socórreme: tengo hambre.
La roca respondió:
- Desde que te conozco jamás te he visto cazar.
- Es que tengo un arco muy malo, mi lanza no tiene punta y he perdidomi hacha. Además, mis piernas son débiles y no puedo ir tras los ciervos, como los demás. Si me alimentara un poco, podría arreglar mis herramientas y me sentiría con fuerzas.
- ¿Por qué no pescas? – preguntó la roca.
- La última pez que atrapé un pescado, se escapó llevándose mi arpón. Un perro se ha comido mis anzuelos de hueso y las hormigas se han instalado en mis redes, estropeándolas.
- ¿Qué quieres, pues?- dijo la roca.
- Quisiera un ciervo, pequeño, pequeñito. A cambio, yo, te taparía con mi manta de bisonte.
Durante el invierno, las noches son frías y sé que te quedas helada.
La roca le dijo que guardase la manta, que intentaría concederle el deseo.
- No, no, yo quiero regalártela –dijo Raya Rota- La necesitas más que yo – y tapó la roca con su manta, llena de agujeros, y se fue.
Cuando el indio llegó a su tienda, se topó con un ciervo muerto. Lo cogió, le quitó la piel y lo puso al fuego para cocinarlo. Mientras el ciervo se tostaba, empezó a helar. El indio pensó en su manta y se dijo: "¿Porqué le habré dado mi manta a una roca? He cometido una estupidez. Una piedra inerte tapada y yo pasando frío”
Dejó el ciervo tostándose al fuego y volvió a la roca para coger su manta. Se la echó a los hombros, volvió a su tienda y comió parte del cervatillo.
Pero a los pocos días ya se le había terminado la carne y volvió a tener hambre, así que volvió a la roca.
- Tengo hambre, mucha. ¿Puedes volver a darme un poco de carne?
- ¿Qué has hecho con el ciervo que te di?
- Era muy pequeño y poco me ha durado.
- ¿Aún no has arreglado tus herramientas de caza?
- La cuerda de mi arco está rota y necesito piel buena de bisonte para arreglarla. Si me proporcionas un bisonte, podré hacerme una y tendrás mi agradecimiento de por vida.
Como la roca parecía dudar, el indio le ofreció de nuevo su manta, su única posesión.
- Coge mi manta para protegerte de la época de las lluvias que empieza pronto.
El indio volvió a su tienda y se topó con un bisonte. Le arrancó la piel, la puso a secar y coció la carne al fuego. Pero cogió muy poca leña y era insuficiente fuego para animal tan grande.A las pocas horas llovía y tuvo frío. ”Qué estúpido he sido dando mi manta a una roca. Ella puede aguantar mojándose sin peligro, mientras que yo me estoy calando y moriré de frío”.
Volvió a la roca y le quitó la manta. Después volvió a su “tipi” y descubrió que el bisonte había desaparecido y que del fuego sólo quedaban brasas. Raya Rota comprendió que era un castigo por incumplir su palabra. Volvió junto a la roca y suplicó su perdón y su ayuda, pero la roca no hizo aparecer más comida. Raya Rota tuvo que arreglar sus herramientas y sus redes y aprendió, como los demás Oglares, que para sobrevivir se necesita el esfuerzo personal y que es mejor no pedir favores prometiendo a cambio cosas que no van a cumplirse.
A partir de entonces, Raya Rota regaló cosas porque quiso, no para obtener nada a cambio.
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