ACONSEJANDO AL PRINCIPE

 

El ermitaño Hsu Su Kwei había ido a ver al príncipe Wu. El príncipe se alegró.

- He estado deseando verte, dijo, durante mucho tiempo.Dime si estoyen lo correcto.Quiero amar a mi pueblo y, a través del ejercicio de la justicia, poner fin a la guerra. ¿Es esto suficiente?

- Ni mucho menos, contestó el ermitaño.Su amor hacia su pueblo lo pone en un peligro mortal.¡Su ejercicio de la justicia es la raíz de una guerra tras otra! ¡Sus grandes intenciones acabarán en el desastre!

Si se propone “lograr algo grande”, sólo se está engañando a sí mismo.Su amor y su justicia son fraudulentos.Son meros pretextos para su autoafirmación, para la agresión.Una acción traerá consigo otra y, en la cadena de los acontecimientos, sus ocultas intenciones quedarán al descubierto.

Usted afirma practicar la justicia.En el caso de que aparentemente tenga éxito, ese éxito será portador de nuevos conflictos.¿Por qué todos estos guardias vigilan las puertas de palacio, alrededor del altar del templo, por todas partes?

¡Está usted en guerra consigo mismo!Usted no cree en la justicia, sólo en el poder y el éxito.Si derrota a un enemigo, si se anexiona su país, quedará aún menos en paz con usted mismo de lo que está ahora.Tampoco le permitirán sus pasiones quedarse quieto.¡Luchará continuamente por un más perfecto ejercicio de la “justicia”!

Abandone su plan de ser un “amante y equitativo gobernante”. Intente responder a las exigencias de la verdad interior.¡Deje de humillarse a sí mismo y a su pueblo con estas obsesiones!Su pueblo respirará al fin tranquilo. ¡Vivirá y la guerra terminará por sí misma!

 

 

 
 
Begoña Blanco (begobla@hotmail.com)
   
   
 

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