LAS ENFERMEDADES Y SU SANACION
Akiba fue un sabio rabino, gran conocedor de la medicina. Un día, mientras paseaba por la calle, le detuvo un enfermo.
–Por favor, alíviame de mis dolores –le rogó.
–De acuerdo, pero debes explicarme dónde sientes las molestias –contestó el rabino, que necesitaba conocer los síntomas para poderle curar.
El enfermo explicó detenidamente lo que sentía, y Akiba supo qué mal le aquejaba. De esta forma pudo recetarle un remedio.
Todo ello ocurría en la calle, y un campesino se detuvo para observar la escena. Cuando el enfermo se marchó agradecido, el campesino se dirigió a Akiba diciendo:
–¿Cómo es que tú, hombre de Dios, actúas en contra de su voluntad?
–¿A qué te refieres? –preguntó el rabino.
–Es Dios quien manda las enfermedades al hombre y no debemos oponernos a sus designios.
–¿Qué trabajo desempeñas? –inquirió Akiba.
–Soy labrador.
–¿Quién ha creado la tierra?
–Dios,
–Y tú ¿qué es lo que haces exactamente?
–Labro la tierra con el arado, siembro el grano, quito las piedras y las malas hierbas.
–Así que tú también te atreves a tocar la obra de Dios. ¿Por qué no dejas la tierra librada a sí misma y esperas a que dé los frutos?
–Pero rabino, si hiciese esto nunca tendría pan –contestó el campesino, riendo.
–Pues lo mismo ocurre con nuestro cuerpo. Dios nos lo ha dado, pero nosotros debemos cuidarlo y quitarle sus males como tú quitas los cardos y las piedras.
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